La Educación Infantil considera al niño/a como un ser con características especiales, propias, en un estadio particular de desarrollo (o siguiendo a Piaget dos estadios: el sensoriomotor primero y el preoperacional después), y que han de conocerse. Así lo ponen en valor como un ser unitario biológica, psíquica y socialmente, diferente e irrepetible, que está en veloz y continuo desarrollo, que dentro de su desarrollo construye de manera activa y que es sexuado. Pero para construir sus estructuras mentales el niño/a necesita observar y explorar la realidad que le rodea. La observación es una tendencia espontánea a estas edades, pero viene limitada por algunas características como egocentrismo, centración, y sincretismo, y por tanto difiere de la del adulto. Sus características fundamentales son que es asistemática y tiene una fuerte base afectiva, lo que supone que el niño/a no se centra sistemáticamente en lo que observa y que se implica siempre en aquello que está observando, traspasando sus sentimientos, vivencias, temores... a los objetos y sujetos de sus observaciones. Pero no sólo es necesaria la observación para que los niños conozcan lo que les rodea es necesaria la exploración esta implicará a diferencia de la observación la implicación de un mayor número de sentidos, pues el niño no se limita a observar lo que le rodea sino que se dirige a aquello que le interesa, lo manipula, lo agita, es decir, utiliza todos los sentidos.