En diciembre de 2019, un brote de neumonía asociada a la infección por un nuevo virus se comunicó en Wuhan (China). En muchos casos causaba un síndrome respiratorio agudo severo. Las tasas de letalidad se estiman entre el 1% y 3%, afectando principalmente a los ancianos e individuos con comorbilidades, como obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares. En estos pacientes, las manifestaciones respiratorias y sistémicas pueden precisar la hospitalización y, en algunos casos, el ingreso en unidades de cuidados intensivos. COVID-19 ha supuesto que vivamos una situación sanitaria y social sin precedentes en la historia reciente. Sólo de forma progresiva se dilucidan aspectos fundamentales de la patogénesis de la enfermedad y se vislumbran tratamientos y vacunas. Además, la atención a muchos pacientes críticos ha adolecido de importantes deficiencias, con situaciones de soledad y aislamiento, así como de potencial encarnizamiento terapéutico, al prolongar de manera artificial el proceso irremediable de fallecimiento, especialmente en pacientes ingresados en cuidados intensivos. En esta última situación, la limitación de las terapias de soporte vital (LTSV) representa una herramienta clínica eficaz para realizar la adecuación del esfuerzo terapéutico de forma personalizada para cada paciente, sobre la base fundamental de la proporcionalidad, la beneficencia y la utilidad terapéutica. El papel del personal de enfermería en este escenario tiene el máximo protagonismo. En este trabajo describimos el papel de la enfermería en el paciente crítico con COVID-19 y LTSV.